El sábado 5 se cumplió el segundo aniversario de la muerte de Steve Jobs. Una vez apagado el eco de las hagiografías al uso, al año siguiente se discutía si Tim Cook era un sucesor adecuado. El ascenso de la acción de Apple al techo de 705 dólares convirtió a la compañía – temporalmente – en la más valiosa del mundo, y los que dudaban se quedaron sin argumentos. Ahora podemos ver que quienes atizaban aquella discusión lo hacían por interés. En 2013, el debate ha cambiado de eje aparente: ¿innova Apple lo suficiente como para seguir en la cresta de la ola? Algunos han picado, sin ver que realmente no se discute de innovación, sino de cómo presionar a Cook para que su primera prioridad sea mantener contentos a los accionistas.
Estos días me ha llegado un paper académico, firmado por William Lazonick, profesor de la Universidad de Massachusetts Lowell, titulado Apple´s Changing Business Model. Empieza explicando que Apple, la compañía más famosa y la más rica [sus activos líquidos suman 121.000 millones de dólares] debe esos atributos a tres razones: el estatus icónico de su fundador, sus productos de los últimos seis años y su cotización estratosférica.
Razona el autor que los creadores del valor bursátil de Apple no han sido sus accionistas [la única vez que la compañía recurrió a ellos fue al salir a bolsa en 1980, y recaudó 97 millones]. El valor ha sido creado por sus empleados y suministradores – dice – así como por el gobierno de Estados Unidos al desarrollar tecnologías que luego implementó la compañía [algunos de mis amigos liberales se sorprenderán al leer que el dinero público ha tenido algo que ver en el crecimiento de una empresa privada admirable]. Pero la verdad es que en estos tiempos se da por verdadero el axioma de que la misión de un directivo es «crear valor para el accionista». Todos hemos oído la frase a menudo.
En mayo de 2012, un especulador llamado David Einhorn, accionista de Apple, reclamó que la compañía distribuyera una parte de su enorme riqueza entre los inversores. Tim Cook rechazó inicialmente la idea, pero en febrero de este año, hizo aprobar por la junta un plan de recompra de acciones y pago de dividendos que, en la práctica, accedía al ultimátum de Einhorn. Mal precedente: el mes pasado, el más famoso de los «inversores activistas», Carl Icahn, inició una campaña para convencer a Cook – presume en Twitter de haber cenado con el CEO de Apple, pero no ha ido a un tribunal, como Einhorn – de que le conviene ampliar hasta 150.000 millones de dólares el plan de recompra de acciones y acelerarlo para que se complete en 2015.
El paper de Lazonick fue publicado antes de la entrada en escena de Icahn, pero ´su conclusión académica adquiere más vigencia: «Apple se esta convirtiendo en una corporación americana típica [con un modelo de fuerte componente financiero]. Steve Jobs marcó su trayectoria sin hacer caso a los ideólogos del shareholder-value, pero resulta que esta ideología es hoy más fuerte que nunca, y Jobs ya no está entre los mortales».